Miguel Quiroga (Gijón, 1978) comenzó en la danza casi por casualidad, un desafío mientras jugaba a las palas en la playa, en verano del 96 y un catálogo de la UP que su madre tenía en casa. Casi por arte de birlibirloque y sin saber muy bien de qué iba, se matriculó en Iniciación a la danza y todo cambió, se abrió una puerta casi sin que ni él mismo lo supiera y apareció un mundo, el de las artes escénicas. No era una puerta, era un portón.
Este chico tímido que se transforma por el simple hecho de hablar de danza, hizo su primer curso con Elena Reales y continuó su formación en la escuela de Estrella García, que también fue profesora de la UP. Su afición fue intensificándose y simultaneó sus estudios de Magisterio por la especialidad de Educación Física con las clases de danza, hasta tal punto que terminó la carrera en Madrid para poder acceder a cursos que aquí no había. A partir de 1999 proyecta su formación fuera de Asturias, por ejemplo en Barcelona o Viena (ImpulzTanz). Posteriormente se incorpora a Zigzag Danza, la compañía que dirige Estrella García, su vida profesional ya estaba encarrilada aunque valoraba la posibilidad de marchar de Asturias a un lugar donde estuviera más desarrollado este ámbito de las artes escénicas. Tras un curso con el senegalés James Carlès que le transmitió la importancia de quedarse y hacer proyectos en lugares periféricos, decide permanecer en Asturias. Eso le empujó, junto con Estrella García, a desarrollar desde su compañía, un proyecto porque entendieron que aquí podían hacer una gran labor creando infraestructuras inexistentes.
En la UP empezó dando algún curso de verano y a partir de 2007 se hizo cargo de todos los cursos de danza contemporánea. También imparte cursos de danza para mayores y otros dirigidos a personas con capacidades diversas. «Cuando hablas con gente de otros sitios como Alemania o Austria, intento explicar lo que es la UP y se sorprenden bastante porque es un proyecto inclusivo y una iniciativa pública, me enorgullece formar parte de un proyecto así, sin límites de edad y con clara vocación de desarrollo de las sensibilidades artísticas». Cree que la importancia de los cursos es vital, porque «no se trata solo de lo que las personas aprenden, cambian la forma de ver las cosas, de ver la vida, de ver su propio cuerpo, empiezan trabajando con su reflejo en el espejo y a fin de curso trabajan desde su propia conciencia».
Es intérprete y director de escena en su compañía, programador en el espacio escénico El Huerto y profesor tanto en la UP como en su academia. También forma parte del Taller de danza Kaos. Con un perfil muy completo nos cuenta que «el hecho de reciclarte como docente formándote y viendo continuamente espectáculos te equilibra y te permite estar situado, estar centrado, saber dónde estás, lo que estás haciendo y lo que quieres hacer».
Le gusta la danza contemporánea y dentro de esta fue construyendo un estilo propio en el contexto de su compañía de danza, «Zigzag creó su propio estilo, cercano a la danza teatro (la tanztheater de Pina Bausch), donde el movimiento en el espectáculo es tan importante como el vestuario, la iluminación, la coreografía, todo debe estar equilibrado». Estuvo implicado en quince montajes de la compañía, solo como director, en Aupapá, «lo paso fatal fuera del escenario». Aunque son importantes pues «todos tienen su propia vida pero el que más me toca es Portrait porque es muy personal, lo dirigí, hice la coreografía y lo interpreté yo solo, es una pequeña autobiografía, mi experiencia tras diez años en la compañía, por qué elegí esto, por qué me subo a un escenario a exponer mi intimidad, mi mundo interior, cuáles son mis motivos, etc.».
Miguel habla de la necesidad de dar una visión aperturista de la danza que acompañó al ser humano, hombres y mujeres, desde el principio de los tiempos. La visión típica del ballet clásico es muy reduccionista, la danza es mucho más y quiere transmitir eso, acabar con algunos estigmas sobre masculinidad y danza. También habla de cómo se va creando público poco a poco y cómo en tiempos de crisis es un buen momento para volver a la esencia y soltar el lastre de todo lo superfluo, un buen momento para volver al origen de las cosas, «al plantearte si continuar, redescubres las motivaciones, lo que te empuja a seguir, es volver a empezar pero con una experiencia de quince años».
Como los grandes bailarines, Miguel va sobrado de técnica y es genial por su pasión. ¡Qué empiece el espectáculo!